PINCELADAS
I Pardas o grises, donde no musgosas, Tres tapias; y cuadrando el vergelillo, Reja oculta en verdor florido en rosas, Que son como de un ámbar amarillo.
Césped. Un pozo con brocal de piedra, Lirios, Nardos, Jazmines, Heliotropos. Un copudo laurel que al sesgo medra, Con telarañas como grandes gropos.
Un firmamento rubio. Vésper brilla, A manera de lágrima que brota Y que creciente único se orilla Para efundir o evaporar su gota.
Bien lejos, y en un arco de horizonte, Rica y negral vegetación abunda; Y descediendo los pliegues de tal monte, Y en símbolo de tierra tan fecunda,
Volcán enhiesto y cónico alardea, Como en robusta madre teta erguida Que se vierte de tímida y albea ¡Medio empapada en su licor de vida!
II
Como tenue labor, hecha con vaga Nieve ideal por manos de chicuelos, Y que lenta fusión merma y estraga En la sublime curva de los cielos.
Un trasunto se borra en una nube: El de un ángel monstruoso por deforme. Gloria. Silencio. Paz. La Luna sube Del término del mar, flave y enorme.
Asciende y disminuye y palidece; Y en el cerco irisado que la enviste Como de sacra majestad, parece La cabeza de un dios enfermo y triste.
Y su místico imán turba la calma Y prende un ala torpe al grave anhelo, Y suscita en el ponto y en el alma Ciego y estéril ímpetu de vuelo.
DIAZ MIRON
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