Cada día somos esclavos de nuestros actos y, sobre todo, de nuestras palabras. Es imprescindible usar bien el lenguaje porque puede llegar a ser el arma más poderosa, el cuchillo más afilado que te corte la yugular sin compasión. Que se lo digan a nuestros queridos y estimados políticos, son especialistas en hacer virguerías con las palabras, las retuercen, las manipulan sin la menor sombra de duda. Que un ciudadano corriente se expresa de forma coloquial es totalmente normal, pero que un importante dirigente lo haga como, por ejemplo, Rajoy es para hacernos pensar en manos de quien estamos. Me vienen a la memoria unas palabras leidas en un libro que me regalaron hace tiempo, es de Marvin Harris y se titula "Nuestra especie", en un capítulo titulado ¿Por qué ansiamos prestigio? dice: "...Además de poseer un gran talento para la organización, la oratoria y la retórica, los líderes igualitarios descuellan como personas con un enorme apetito de alabanzas, recompensa que otros no tienen reparos en ofrecer a cambio de manjares exquisitos en abundancia y una existencia más segura, más sana y más amena...". El triunfo de los mediocres. El fracaso de todos.
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