Un día, la mayoría de nosotros
se separará. Sentiremos nostalgia
de todas las conversaciones derrochadas,
de los descubrimientos que hicimos,
de los sueños que teníamos, de tantas risas
y de los momentos en que compartimos
todo aquello.
Nostalgia hasta de los momentos
de lágrimas, de angustia, de las vísperas
de los fines de semana, de los finales de año.
En fin... del compañerismo vivido.
En breve cada uno va por su lado,
sea por el destino o por algún
desentendimiento, cada quien sigue su vida.
Tal vez continuemos encontrándonos.
Quien sabe, nuestros e-mails queden truncados...
Podemos telefonarnos, conversar algunas
boberías... Pasarán días, meses, años...
hasta que ese contacto se volverá cada vez
más raro. Y nos perdemos en el tiempo...
Un día nuestros hijos verán aquellas fotografías
y preguntarán: ¿Quiénes son esas personas?
Diremos que eran nuestros amigos.
Y eso va a doler tanto... La nostalgia
va a apretar bien adentro del pecho.
Va a darnos ganas de llamar, para oir
aquellas voces nuevamente...
Cuando nuestro grupo esté incompleto...
nos reuniremos para el último
adios a un amigo.
Entre lágrimas, nos abrazaremos.
Haremos promesas de encontrarnos
más a menudo, de ahí en adelante.
Pero al fin, cada uno va para su lado
para continuar viviendo su vida,
aislados del pasado. Y nos perderemos
en el tiempo una vez más.
Por eso, aquí va un pedido
de este humilde amigo:
no dejes que la vida pase en blanco
y que pequeñas adversidades sean
la causa de grandes tempestades...
¡Mucha paz, mucha luz!
A mis nobles amigos y amigas.