
Holly Golightly, que vio la luz en 1958, es un icono popular cuya fecha de caducidad sencillamente no tiene cabida en el panorama. Su desfachatez ingenua, su búsqueda extraviada de libertad, sus declaraciones sobre cualquier cosa nos siguen fascinando. “Si encontrase un lugar de la vida real en donde me sintiera como me siento en Tiffany’s, me compraría unos cuantos muebles y le pondría nombre al gato”, dice cuando habla de los remedios posibles para curarse la depresión.
Truman Capote supo construir una personaje compleja, encantadora, con una voz y un temperamento que deslumbran. Siempre que un escritor, es decir, un hombre, logra recrear tan certeramente una voz femenina, me sorprendo. Lo que encontramos en Desayuno en Tiffany’s es muy diferente a lo que se lee en A sangre fría y otras obras del mismo autor. No soy experta en la narrativa de Capote, precisamente porque A sangre fría, lo primero que leí de él, con todo y su estructura impecable, se sale del conjunto de mis debilidades literarias. En cambio, soy experta adoradora de Holly Golightly, su mean reads, su no pertenencia y su gato que no es suyo.
Neskatilla
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