Evangelio según san Mateo 9, 32-38
En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud maravillada, decía: «Nunca se había visto nada semejante en Israel». Pero los fariseos decían: «Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes,
se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».
Oración introductoria
Señor Jesús, me presento ante Ti en esta oración reconociéndome como ese mudo, poseído por mi debilidad, encerrado en mí mismo, respondiendo a las necesidades de los demás con el silencio o la indiferencia. Te reconozco como mi Pastor, creo, espero y confío en tu misericordia, sé que puedes curarme.
Petición
Señor, compadécete de mí, renueva mi corazón; tu gracia y tu misericordia pueden cambiarme.
Meditación
Un compromiso de todos.
«Queridos hermanos y hermanas, verdaderamente el mandato misionero encomendado por Cristo a los Apóstoles nos compromete a todos. […] Con todo, no conviene olvidar que la primera y principal aportación que debemos dar a la acción misionera de la Iglesia es la oración. “La mies es mucha —dice el Señor— y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. “Orad, pues venerables hermanos y amados hijos —escribió hace cincuenta años el Papa Pío XII de venerada memoria—: orad más y más, y sin cesar. No dejéis de llevar vuestro pensamiento y vuestra preocupación hacia las inmensas necesidades espirituales de tantos pueblos todavía tan alejados de la verdadera fe, o bien tan privados de socorros para perseverar en ella”. Y exhortaba a multiplicar las misas celebradas por las misiones, pues “son las intenciones mismas de nuestro Señor, que ama a su Iglesia y que la quisiera ver extendida y floreciente por todos los lugares de la tierra”» (Benedicto XVI, 27 de mayo de 2007).
Reflexión apostólica
«El mandato misionero de Cristo ha de resonar igualmente fuerte y apremiante en el corazón de todo cristiano. Puesto que la vocación y misión del cristiano tiene su origen y su meta en el amor: es una vocación al amor; es una misión de amor» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi, n. 41).
Diálogo con Cristo
Es mejor si este diálogo se hace espontáneamente, de corazón a Corazón.
Jesús, sé lo mucho que me amas. Tu presencia en la Eucaristía me da la certeza de que tu gracia me fortalece y me da la luz para poder orar y evangelizar de modo convincente, dinámico y contagioso. Gracias por este momento privilegiado en que puedo experimentar tu misericordia y cercanía.
Propósito
Apoyar con mi oración, con aportación económica o en especie y, de ser posible, con mi tiempo, alguna misión organizada por mi parroquia u otra institución de la Iglesia.
«Hace falta que Jesús sea en tu alma lo que debe ser. Si tu alma lo contemplara, tu corazón sería arrastrado irresistiblemente por su belleza, su bondad, su amor… y entonces los valores espirituales, almas, Dios… serían la preocupación y atractivo central de tu vida».