Encontrar a Jesús.
2013-12-27
Oración preparatoria
Señor, quiero amarte con la misma pasión, ternura y fidelidad de san Juan Evangelista, que celebramos hoy. Permite que este esfuerzo sincero de esta oración me conceda vencer mi indiferencia, mi inercia y mi pereza. Dame la gracia de orar con un amor humilde, confiado y perseverante, para que aunque no vea, crea.
Petición (gracia/fruto que se busca)
Jesús, ayúdame a experimentar tu cercanía y tu amor, como lo experimentó san Juan.
Texto del Evangelio de hoy, como base para entablar el diálogo con Dios.
Del santo Evangelio según san Juan 20, 2-8
El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Meditación (profundización propuesta, si bien se sugiere sea algo personal)
Encontrar a Jesús.
«En la mañana de Pascua, se pasa de Juan que, todavía en la oscuridad, ante el sepulcro vacío, “vio y creyó”, a María Magdalena que ve, ahora sí, a Jesús y quiere retenerlo, pero se le pide que lo contemple en su camino hacia el Padre, hasta llegar a la plena confesión de la misma Magdalena ante los discípulos: “He visto al Señor”.
¿Cómo se llega a esta síntesis entre el oír y el ver? Lo hace posible la persona concreta de Jesús, que se puede ver y oír. Él es la Palabra hecha carne, cuya gloria hemos contemplado. La luz de la fe es la de un Rostro en el que se ve al Padre.
En efecto, en el cuarto Evangelio, la verdad que percibe la fe es la manifestación del Padre en el Hijo, en su carne y en sus obras terrenas, verdad que se puede definir como la “vida luminosa” de Jesús. Esto significa que el conocimiento de la fe no invita a mirar una verdad puramente interior.
La verdad que la fe nos desvela está centrada en el encuentro con Cristo, en la contemplación de su vida, en la percepción de su presencia. En este sentido, santo Tomás de Aquino habla de la oculata fides de los Apóstoles —la fe que ve— ante la visión corpórea del Resucitado. Vieron a Jesús resucitado con sus propios ojos y creyeron, es decir, pudieron penetrar en la profundidad de aquello que veían para confesar al Hijo de Dios, sentado a la derecha del Padre. » (S.S. Francisco, encíclica Lumen fidei, n. 30).
Diálogo con Cristo
Dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, a partir de lo que haya llegado al propio interior, de lo que te haya dicho Dios.
Propósito (es mejor que surja del diálogo íntimo que se ha tenido con Cristo)
Este fin de semana, voy a buscar ocasiones para hablar de Cristo a los demás, con el amor y la convicción de san Juan.
«Mientras sigas solamente con el sistema de ver tus defectos, de sufrir y lamentarte por los mismos y trabajes en el aspecto negativo solamente, irás a paso de tortuga en el camino de la perfección; por eso es necesario que des un paso adelante, que te pongas las alas del amor a Jesús y que emprendas vuelo hacia las alturas»