Era una de esas tantas veces que discutíamos sobre cosas sin importancias, hablábamos de trivialidades, y así nos debatíamos en banalidades.
Siempre en la espera de la ansiada hora para salir a mi trabajo, tú para el tuyo, donde pasarán las horas estrepitosamente, y tú, inmutable sentado en la oficina mirando tras la ventana la cotidiana vida,
sin hacer nada por cambiar la misma rutina.
Tu preocupante leer el periódico para ver el deporte,
primero el baseball, luego todos los demás, aunque ni lo entiendas, es solo costumbre como toda tu vida que se basa en costumbres.
Ya en la tarde los dos terminamos, llegamos cansados y sin ganas de comentar nada, solo bañarnos y comer para luego como todas las noches ir a la cama..
Y así los días y días interminables sin variación, igualitos, como si el tiempo se hubiese detenido en nuestra casa.
Por fin a descansar, con el pequeño intervalo de tratar de querer hacer el amor, la misma rutina, la misma posición, los mismos besos, las mismas caricias, el mismo dar y recibir, las mismas ganas de terminar y descansar.
¿Que día y que instante se perdió, la pasión, los deseos,
las ganas de estar juntos , las ilusiones , los sueños de amor?
... creo fue culpable la vida, el trabajo, las preocupaciones, el deseo de tener un carro mejor, una casa mejor, dejó en tinieblas, nuestro bello amor..
Que pena… mira lo que ha quedado de aquella pareja que antaño soñaba, con un hogar feliz, solo puras canas en el pelo, en sus ojos cansancio de no disfrutar la vida, unas libras de más que indican que hasta su peso se les fue de las manos.
Y en su rostro un aburrimiento total, y un desgano del alma, un millar de ilusiones frustradas, y unos deseos desesperados que ahogados están hace mucho, o perecieron poco a poco y tristemente en la rutina.
2007 autor:Maria de los Angeles