"Venezuela es el país donde deberíamos hacer la guerra. Ellos tienen todo ese petróleo y están en nuestra puerta trasera".
Son las palabras del presidente Donald Trump en julio del 2017, durante una reunión privada con oficiales de inteligencia. Según el entonces encargado del Buró Federal de Investigaciones (FBI), Andrew McCabe, un oficial del FBI le informó, justo después de ese encuentro, que todos se sorprendieron cuando el mandatario desvió el tema central de la reunión, que era sobre Rusia, y comenzó a hablar sobre Venezuela.
McCabe relató que el mandatario estadounidense insistía en el asunto, diciendo: "No entiendo por qué no estamos considerando a Venezuela. ¿Por qué no estamos en guerra con Venezuela?".
No fue la única vez que Trump habló sobre una posible "guerra" con el país sudamericano. En agosto de ese año, preguntó a sus asesores principales, varias veces, sobre una opción militar para sacar al presidente Nicolás Maduro. Incluso, el 11 de agosto del 2017, un día después de conversar el tema con su entonces asesor de Seguridad Nacional, el general McMaster, el presidente estadounidense públicamente confesó a la prensa que estaba considerando una "opción militar". Sus comentarios dejaron a su entorno preocupado, y en seguida salieron a desmentir que existían planes para agredir militarmente a Venezuela.
Sin embargo, Trump ha repetido múltiples veces, desde entonces, que "todas las opciones están sobre la mesa" cuando se trata de Venezuela y que el objetivo de Washington es sacar a Maduro.
Ni las Naciones Unidas ni la Organización de Estados Americanos (OEA) –y con la excepción de su flamante y obsesionado secretario general Luis Almagro– han apoyado acciones intervencionistas contra Venezuela. Por cierto, todos han abogado por una resolución pacífica a la crisis política y económica que vive el país sudamericano, a través del diálogo y las negociaciones con mediadores neutrales.
El mismo Grupo de Lima, que ha liderado las presiones y agresiones contra el gobierno de Nicolás Maduro durante los últimos años, no ha dado su apoyo a una intervención militar en Venezuela. Incluso, se declaró en contra de una acción militar o cualquier otra intervención forzosa.
Para el gobierno de EE.UU., eso es inaceptable. Después de una reunión del Grupo de Lima en Bogotá, con la presencia del vicepresidente Mike Pence, un funcionario estadounidense comentó que Estados Unidos no es parte del Grupo, y entonces, cualquier acción militar por parte de Washington no depende de ellos, depende de Trump.
Todos sabemos que al presidente estadounidense no le gusta perder. Sin embargo, ha puesto toda su 'esperanza' en una oposición venezolana con una historia de arrogancia y sobre-confianza, que acumula fracaso tras fracaso. La estrategia de Trump y su troika parece estar en una calle sin retorno. Y si Guaidó nunca logra imponerse como 'presidente' de Venezuela, con control sobre las instituciones del país y respaldo de las fuerzas armadas, ¿Trump reconocerá a Nicolás Maduro como presidente y levantará las sanciones? ¿O recurriría a una intervención militar en Venezuela para sacar a Maduro y su entorno, que probablemente resultaría en otra guerra sangrienta de Estados Unidos, causando la destrucción del país, caos y desestabilización en la región y un prolongado conflicto armado con innumerables muertos?
O aceptas el fracaso, o vas a la guerra. El prepotente de Trump no lo tiene fácil.
Como aconseja un dicho en inglés: 'No pongas todos los huevos en una sola cesta'. Cuando caiga la cesta, te quedas si ningún huevo'.
Tales acciones "nunca cesan, se llevan a cabo no solo contra enemigos, sino también amigos y fuerzas neutrales en condiciones de paz, crisis y guerra", declaró el jefe de la Inteligencia rusa, Serguéi Naryshkin.
El abogado, experto en protección de datos y derecho de la UE, Josep Jover, ha apuntado a lo cínico que le parece que Donald Trump tache de traidores a The New York Times. Indica que los ciberataques de EE.UU. contra otros Estados son un hecho constatado en varias ocasiones.
Como un virus
"[Ese trabajo] debería ser comparado con la actividad de un virus: puede destruir un organismo humano durante décadas sin mostrarse, pero cuando es descubierto, a menudo es demasiado tarde para luchar", indicó.
De acuerdo con sus palabras, en los países víctimas de las acciones en cuestión, aparecen varias estructuras que no dependen del Estado. Estas formaciones recopilan la información sobre conflictos existentes y problemas actuales, y al mismo tiempo influyen en la situación de un país concreto y, si es necesario, inician procesos destructivos.
Naryshkin afirmó que "en el momento adecuado" los movimientos de protesta "se sincronizan, el alto sistema político se derrumba bajo el peso de numerosos desafíos y una nueva fuerza llega al poder".
"En la conciencia pública se introduce a través de los canales controlados un patrón de comportamiento nuevo, todo esto va acompañado por una campaña amplia propagandística en los medios de comunicación mundiales, destinada a convencer al pueblo de la falta de alternativas de aquella evolución de la situación, así como justificar la injerencia externa, si es necesaria", destacó.