Los optimistas se aman,
procuran un alto nivel de autoestima,
se valoran y aprovechan lo mejor posible
sus talentos personales innatos.
Los optimistas aceptan a los demás como son,
y no malgastan energías queriendo cambiarlos,
sólo influyen en ellos con paciencia y tolerancia.
Los optimistas son espirituales,
cultivan una excelente relación con Dios
y tienen en su fe una viva fuente de luz y de esperanza.
Los optimistas disfrutan del "aquí" y el "ahora",
no viajan al pasado con el sentimiento de culpa ni el rencor,
ni al futuro con angustia. Disfrutan con buen humor y con amor.
Los optimistas ven oportunidades en las dificultades,
cuenta con la lección que nos ofrecen los errores
y tienen habilidad para aprender de los fracasos.
Los optimistas son entusiastas,
dan la vida por sus sueños
y están convencidos de que la confianza
y el compromiso personal obran milagros.
Los optimistas son íntegros y de principios sólidos,
por eso disfrutan de paz interior y la irradian
y comparten, aún en medio de problemas y crisis.
Los optimistas no se desgastan en la crítica destructiva
y ven la envidia como un veneno.
No son espectadores de las crisis sino protagonistas del cambio.
Los optimistas cuidan sus relaciones interpersonales con esmero,
saben trabajar en equipo y son animosos sembradores
de fe, esperanza y alegrías.
Los optimistas también tienen épocas difíciles,
pero no se rinden ni se dejan aplastar por su peso,
ya que saben que aún la noche más oscura
tiene un claro amanecer
y que por encima de las nubes más densas sigue brillando el sol;
que todo túnel, por más largo y oscuro que sea
siempre tendrá otra salida
y que todo río siempre tiene dos orillas.
Tomado de la Red
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