En la Biblia, el profeta Jeremías comparte una visión inspiradora de la promesa de Dios: “Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón”.

La Ley Divina es el principio espiritual que establece orden en el universo y en todo lo que existe en él. Es también la presencia viviente de Dios en mi mente, en mi corazón y en mi vida.

Mediante mi práctica de oración y meditación, me vuelvo receptivo a La Ley divina que obra en mi vida. Mi comprensión crece en armonía con esta ley y mi discernimiento me lleva a tomar buenas decisiones en cada área de mi vida. En el Silencio, suscito la sabiduría y el amor en mí. Comprendo que son parte de mi ser y permito que me guíen.

A lo largo de mi día puedo pensar en un amigo, recordar a alguien de mi infancia o ver en las noticias historias de dolor o triunfo. Cada situación me ofrece una oportunidad única para mantener a alguien en la energía sagrada de la oración.

Tal vez tome un momento para enviar una bendición a un ser querido o envolver en pensamientos de amor a alguien que esté pasando por un desafío. Inclusive, puedo tomar un instante para sanar un recuerdo hiriente y resolver perdonar a la persona quien tuvo un papel en lo que sucedió.

Gracias a la energía de la oración comparto el espíritu de unidad y amor divino que conecta a toda vida.

La gratitud es un don que puedo utilizar en cualquier momento y cultivar con práctica. Ser agradecido puede cambiar mi vida. Al mirar a través del lente del agradecimiento, veo el mundo en una nueva luz; claro y abierto en vez de nublado y oscuro.

De la misma manera como puedo cambiar el enfoque de una cámara con un simple giro del lente, puedo cambiar el enfoque de mi vida con la gratitud. Hoy me siento agradecido por la bondad en mí y a mi alrededor. Siento aprecio por las personas y la belleza que llenan mi vida.

Al ver a través del lente de la gratitud, mi vida adquiere nuevo significado y alegría. Un mundo nuevo espera que lo explore y experimente. Determino mantener mi atención enfocada en mis muchas bendiciones.

Si siento estrés o preocupación sobre cualquier tema en mi vida, me detengo un momento para darme cuenta de cómo me siento. Recuerdo que la necesidad de controlar los resultados sólo aumenta la intranquilidad. Elijo ver mi vida desde una perspectiva superior. Tengo presente que el orden divino funciona perfectamente a través de cada manifestación. Declaro orden divino, afirmando el mejor y más alto resultado.

Ahora puedo determinar más claramente qué debo hacer y cuándo tomar acción. En oración, podría recibir orientación para reorganizar mis prioridades o para pedir la ayuda de alguien. Mientras mantengo mi diligencia espiritual, confío en el orden divino. Soy paciente y permito que los eventos de mi vida se desarrollen.

Mi alma encuentra un hogar de paz en mi corazón. Tomo tiempo para disfrutar de dicha paz. Al ritmo del latido de mi corazón, aclaro mis pensamientos y suavizo mis emociones. Cuanto más rápido parece moverse el mundo, más elijo fomentar mi serenidad interior eligiendo conscientemente.

Todo comienza con la decisión de apartarme por un momento del ritmo del mundo. Al hacerlo, mi mente comienza a funcionar de una forma saludable que me mueve en la dirección de resultados beneficiosos. Cuando el estrés diario parece estarse llevando lo mejor de mí, restablezco mi conexión con este espacio tranquilo dentro de mí y descubro una profunda ecuanimidad que me libera. Encuentro un hogar en mi corazón y soy liberado.

Existe el amor romántico, el cual a menudo es representado por la flecha de Cupido, mas el amor que mora en mí es mucho mayor. Tengo una conexión de corazón con mis amigos y mis familiares, con mis mascotas, e incluso con la naturaleza.

Fomento esa conexión con actos amables y considerados. Cuando demuestro compasión a los necesitados y doy de mí mismo en servicio, comparto el amor de Dios. Mis palabras de aliento y positivismo son expresiones afables que surgen de mí para animar a otros. La conexión de corazón más sagrada es la que tengo con Dios. Mediante la oración y meditación, experimento un conocimiento interno de unidad con lo divino. Siento y expreso la calidez del amor absoluto e incondicional de Dios.

Cualquiera que sea mi necesidad o deseo, mi primer paso es despreocuparme. Al liberar expectativas, dejo ir y reconozco que mi mayor bien está surgiendo ahora mismo —de maneras sorprendentes e inesperadas. La parte más importante para no apegarse a los resultados es dejar ir total y completamente, y no volver a visitar lo que se ha dejado.

Cuando realmente me entrego al Espíritu divino, no tengo deseo de preocuparme. Mas no es suficiente decir simplemente que he dejado ir la situación. Tengo que saber de corazón que todo está bien y mantener la fe completamente. Cuando otros acuden a mí para orar, oro y luego dejo ir. Descanso en una conciencia de Dios. Y, entonces, puedo dejar ir verdaderamente.

Cuando una carga se siente más ligera, cuando un momento te brinda gozo, cuando el camino por un desafío se aclara, estoy experimentando la gracia. El ministro y escritor de Unity Eric Butterworth explica la gracia de esta manera: “El deseo de Dios de expresarse completamente a través de ti y como tú es tan grande que nunca cosechas completamente el producto de tus errores. Siempre cosechas más bien del que sembraste. Esto es gracia”.

La gracia es el regalo de Dios, constantemente disponible para todos aquellos dispuestos a recibirla. Dios es la única fuente de mi bien. Descubro la guía, la sanación y la prosperidad divina dondequiera que voy, en todo lo que hago y en las personas que encuentro en mi camino.

Me comprometo a hablar y actuar desde mi divinidad. Sé que cuando digo sí a Dios expresado como yo, tengo el poder de hacer una diferencia en mi vida y en mi mundo. No importa lo que esté pasando en mi vida, puedo elegir mi respuesta. Incluso cuando estoy enfrentando desafíos. Aun en momentos en los que cuestiono la dirección de mi vida. Digo sí al camino que motiva mi intuición, y confío en que avanzo hacia mi bien.

Al compartir la verdad que sé, estoy ayudando a otros a decir sí para que su propia luz brille. Mi fe se hace más fuerte cuanto más comparto esto. Es sorprendente ver los cambios que ocurren en mi vida y en la vidas de otros al mantener una actitud positiva.

Puedo orar por guía acerca de lo que quiero lograr en mi vida, y luego utilizarla para establecer metas y hacer planes. Mis sentimientos positivos son indicadores de que voy en la dirección de mis sueños. Confío en que sentimientos de anhelo y propósito me guiarán y que mi seguridad y determinación crecerán.

Ahora es el momento de avanzar valientemente en la dirección de mis sueños. Las circunstancias exteriores, el miedo y la duda no tienen lugar en mi vida. Confío en que reconoceré a las personas perfectas y discerniré las mejores oportunidades para convertir mis sueños en realidad. ¡Nada me detendrá mientras voy en pos de mis metas con entusiasmo, confianza y alabando a Dios!