desierta miro la extensión marina;
te llamo sin cesar con tu bocina,
y no apareces a calmar mi pena.
Aquí estoy en la barca triste y sola,
aguardando a mi amado noche y día,
llega a mis pies la espuma de la ola,
y huye otra vez, cual la esperanza mía.
¡Blanca y ligera espuma transparente,
ilusión, esperanza, desvarío,
cómo hielas mis pies con tu rocío
el desencanto hiela nuestra mente!
Tampoco es en el mar adonde él mora,
ni en la tierra quizás mi amor existe.
¡Ay!, dime si en la tierra te escondiste,
o si dentro del mar estás ahora.
Porque es mucho dolor que siempre ignores
que yo te quiero ver, que yo te llamo,
sólo para decirte que te amo,
que eres para siempre el amor de mis amores.
Carolina Coronado
(1823- 1911)