Todo empezó en los Altos de Seelow, situados a unos 90 kilómetros Berlín. Estos combates fueron la primera fase de la ofensiva que tenía como objetivo la capital alemana.
Las últimas tres semanas del Tercer Reich eran "dramáticas", dice Morré. Para los soldados del Ejército Rojo que a grandes marchas llegaron al río Oder era evidente que llegaban los últimos momentos de la guerra. Soñaban con capturar vivo a Hitler aunque eran conscientes de que muchos morirían.
"Era el cumplimiento de la gran promesa. ¡A Berlín! era el grito de guerra que en aquel momento resonaba ante las puertas de Berlín", explica el historiador.
Los habitantes de Berlín, que "desde hacía dos años y medio sufrían de los ataques aéreos", también sabían que la ciudad se iba a rendir.
Por los pueblos cercanos pasaban las marchas de la muerte —el desplazamiento forzoso de los presos de los campos de exterminio que estaban a punto de caer ante el avance del Ejército Rojo— y los habitantes ya no podían permanecer con los ojos cerrados.
"Para muchos que no querían pensar en el destino de esta gente, este factor agravó aún más el horror general", subraya Morré.
Lucha fanática
Sin embargo, la resistencia al Ejército Rojo en el Frente Oriental, que en aquel momento pasaba por el centro de Alemania, "fue de verdad empecinada, fue hasta el último soldado", como reconocían los propios soviéticos.
"Cuando ocupaban una pequeña ciudad, siempre había varios casos de suicidios entre los vecinos, esto sorprendía a los rusos. Pero los civiles estaban convencidos de que después de la guerra se podía esperar solo la desaparición apocalíptica del Reich alemán, que "los tiempos del después" no llegarían", explica Morré.
El propio Stalin mencionó a los aliados que la resistencia alemana provocaba graves pérdidas a los soviéticos y les advirtió en contra de una rendición parcial porque "en este caso todos los soldados de la Wehrmacht se enviarían al este para luchar contra el Ejército Rojo".
En Berlín, la intensidad de la resistencia dependía del barrio.
"En las afueras, donde ahora se encuentra la circular, estaban desplegadas las unidades de las milicias del Volkssturm, poco equipadas, sin municiones ni instrucción militar. Muy pronto dejaron de combatir", precisa Morré.
Sin embargo, dentro de la ciudad todo era diferente, "a partir del círculo ferroviario interurbano de hoy en día, estaban emplazadas las unidades de la Wehrmacht, de las SS, de diferentes formaciones armadas, se combatía casa por casa, calle por calle".
Tan solo en el centro de la ciudad los encarnizados combates duraron una semana y el propio día de la rendición de la ciudad, el 2 de mayo de 1945, quedaban tres o cuatro zonas donde continuaban los enfrentamientos, "por ejemplo, en el búnquer de la estación del Jardín Zoológico, en Gesundbrunnen". Las unidades alemanas depusieron las armas solo después de recibir la orden del comandante de la defensa de Berlín, Helmuth Weidling.
"Era una lucha fanática que desde el punto de vista militar no tenía ninguna probabilidad de llevar a la victoria", dice Morré, sobre todo porque desde 1944 cada oficial alemán sabía que la guerra estaba perdida.
No obstante, seguían con la lucha en un intento de lograr un peso mayor en las negociaciones, "algo que era totalmente ilusorio en las últimas semanas de la guerra cuando ya no había de qué negociar", y de contener la ofensiva del Ejército Rojo para que los refugiados del Este "puedan avanzar cuanto más hacia el Oeste".
Karl Dönitz, a quien Hitler nombró heredero en su testamento, después del suicidio del Fuhrer el 30 de abril, también apostó por continuar desesperadamente la guerra en todos los frentes.
Rendición sin condiciones
El 6 de mayo, el jefe del Estado Mayor Operativo del Alto Mando de la Wehrmacht, Alfred Jodl, viajó a la ciudad francesa de Reims donde se situaba el Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada para acordar con el general estadounidense Dwight Eisenhower una rendición parcial, algo que este rechazó de inmediato.
"Eisenhower obligó a Jodl a suscribir un documento más, para repetir la firma de la capitulación en Berlín en la sede soviética" y al día siguiente en la sede soviética en Karlshorst, con la participación de representantes de todos los aliados, tuvieron lugar negociaciones sobre el segundo documento que al final resultó "casi idéntico al firmado en Reims", con dos versiones auténticas, en ruso y en inglés.
"Y sobre la medianoche, hora local, todos entraron en la sala: las delegaciones, incluida la alemana, que estuvieron esperando este momento desde el mediodía, y muchos periodistas. El comandante del Ejército Rojo en Alemania, mariscal Gueorgui Zhúkov, en calidad de anfitrión conducía esta ceremonia", describe Morré.
Zhúkov preguntó al jefe de la delegación alemana Wilhelm Keitel si entiende las condiciones, Keitel empezó a decir que no tuvieron tiempo suficiente, pero el soviético le interrumpió.
Entonces, Keitel, el general almirante Von Friedeburg y el coronel general Stumpff firmaron el acta de rendición y Zhúkov llamó a la delegación alemana a abandonar la sala.
"Las puertas se cerraron y empezó el triunfo general. Una hora después comenzó la recepción oficial que duró hasta la madrugada" en la sala del edificio de Karlshorst convertido en el museo que encabeza Morré.
Para conmemorar el 75 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, el museo preparó una exposición virtual, debido a la pandemia del coronavirus, que se inaugurará el próximo 28 de abril y estará disponible en alemán, ruso e inglés.