Señor:
Amo mis ojos, porque de ellos recibo el derroche de colores y paisajes que guarda el universo, percibo el azul de tu cielo y el goce sorpresivo de tus amaneceres. Por los ojos agradezco la luz. Pero hoy, al darte gracias, también vengo a pedirte por esa otra iluminación que Tú das dentro y exige de mi una concentración interna llena de sabiduría y profundidad, y por esos atajos de luz que vive el alma a través del camino cada vez que tropieza contigo.
Señor, yo amo mis oídos porque ellos son el conducto para acercarme a mis semejantes y hacer posible que nazca el amor, la amistad, la ternura, la compasión. Pero hoy que te doy gracias, también vengo a pedirte que me dejes oír en el silencio y no apagues en mi vida esa voz tuya de reclamo, de dirección y de armonía que conozco muy bien.
Yo amo la piel de mis brazos, de mi cara, de mis pies… porque por ella conozco el frió, el calor, lo suave, lo áspero, lo filoso, lo terso. Pero hoy que te doy gracias, vengo también a pedirte que me recubras el alma con esa piel divina que es como un guante metiendo la vida dentro de la fe y aterciopelando los golpes de la travesía.
Yo amo mi boca, porque por ella conozco lo dulce, lo amargo, lo salado, lo ácido. Pero hoy que te doy gracias, también vengo a pedirte que me concedas el acierto de trasmitirte, de ponderarte, de pronunciar tu nombre; que todas las mañanas te deposites en ella y todos los días tenga un ser querido a quien besar.
Yo amo mis manos y mis dedos, porque en reposo en actividad te están saludando; porque a veces hablan sin palabras, como cuando regalan, cuando acarician, cuando trabajan, cuando se enlazan para rezar… cuando hacen la señal de la cruz para decir amén y perdonar lo que nos duele. Pero también vengo a pedirte que además les pongas alas cuando deban posarse, y fuego a la yema de los dedos cuando deban tocar un corazón.
Por todo lo humano que pones a funcionar en mi cuerpo y todo lo divino que pones a funcionar en mi alma, yo amo y te doy gracias!.
de Zaida Bacardi de A.