Tiempo de espera’
Espejo de la vida
que reflejas un rostro ya surcado.
Reproduce, lejano pero próximo,
otro instante igual o quizá ya distinto
del que se alumbra ahora en esa imagen
como semilla de fruto prohibido.
Se alternan los papeles,
cambia el ritmo.
Lo que en la imagen son líneas de futuro
en el reflejo propio es ya sólo vacío de pasados.
Cabalga sobre el tiempo la existencia
sin que podamos jamás marcar su paso.
El galope de ayer se torna pronto
en trote fatigado y sin avance.
Cabalga el tiempo para sin darnos cuenta
negarle hasta su paso a la existencia.
Pasa el tiempo.
Y mientras va pasando,
se pierde en el camino la esperanza.
Rompió de sus cadenas la atadura.
Con cada paso que daba hacia adelante
ataba la del otro en su pasado.
Los ritmos que ensayamos nunca llevan
a un punto de armonía en el encuentro.
La vida se construye sólo y siempre
de ilusión de vivir, de certeza de muerte.
En cada respirar huye la vida
como se escurre el agua que tocamos.
No deja casi rastro ni señales.
Sólo la sensación que se evapora
cuando las gotas del agua recogida
vuelven a ser del río que creímos
entre las manos tener por un momento.
De ‘Acariciando el sur’
Su vida era la historia de otras vidas.
Amalgama con forma y ya incolora
de vidas de colores ya apagados.
Silencio palpitar cuando, lejano,
el palpitar es grito que silencia
la vida que se muere tan cercana.
El silencio mataba las palabras.
Morían las caricias que antes eran
dulce lugar de encuentro en el abrazo.
El calor que antes unía aquellos cuerpos
se tornó fría estancia. Desencuentro.
Rendida por el llanto que ya sólo
mojaba un lecho yermo de caricias,
gritó que el tiempo al fin ya devorara
las presencias ajenas que se huían.
Mas no era nuevo engendrar aquella pena
en lo que fue para dejar de serlo.
Despertarse de un sueño hoy imposible
donde se hará posible el ya mañana.
Que el llanto silenciado sea grito
y la huida se alumbre en horizonte,
pues donde muere el Sur, nace la vida.
Y otra vez abrazar el compromiso
de saber que las derrotas propias
engendrarán ajenas las victorias.
Y que los girasoles que hoy son ciegos
roja verán al fin la luz de amanecida.
Lo ausente era otra vez presencia que acercaba
en lejano y ausencia lo presente.
Y sólo el Sur se mostraba cobijo
donde poder dar vida a la presencia.
Anton C.