HOJA VERDE…
Como el árbol dorado sueña la hoja verde, ahora que no estás y en los bosques nevados cruje lívidas urnas, fantasmal, el invierno, los jóvenes deseos a la deriva quieren cubrir tu memorial de húmedas laureas.
Era el marzo feliz que oreaban los vientos primaveral basílica los juncos erigían, las varitas moradas de san José, la avena como lluvia menuda y un recado secreto la cardelina lleva por alfarjes de ramas.
Así como la tierra mi corazón hinchado germinaba de ocultas semillas sepultadas. Así como la tierra nupcias al mar ofrece el oleaje crespo de los besos unía labio y tierra en anillos de herrín indestruibles.
Veíamos el mundo juntos sobre la roca… Qué lejos el sollozo, los dioses, la leyenda que luego tú serías, rojeantes racimos de riparia cubriendo, armoniosa, tu estatua cuando ya fuiste mármol inaccesible y ciego.
Pero el cielo era puro y fugaz y la loca alegría de vivir, esa máscara errante y beoda reía bajo el galoneado raso del capuchón del dominó talar, otorgando antifaces que realidad cubrían
La tristeza, una calle por donde no pasábamos, la poesía, una flauta que gime abandonada y el rezo y los sociales lazos y la amistad, esa vieja burguesa con labor de ganchillo, nos vieron ir desnudos bajo constelaciones.
Sabíamos que un soplo acabaría con todo: estancias en la noche centelleante de arañas, copas alzadas, senos, más hielo, el jardín rosa y verde de la aurora irrumpiendo en cristales, desgarrando la cola de satén de la huida.
Sabíamos que un soplo… Y que no volvería aquel vino jamás a mojar nuestros labios. Confusamente turbia tiendo la mano ahora hacia la puerta, arcano, tarot, encantamiento, y allí encuentro tu mano entreabriendo el recuerdo.
Pablo Garcia Baena
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