Soy río y aún no vierto en el Leteo
mis negras aguas tristes por tu ausencia.
Reacio, lentamente sigo el curso
en el espacio-tiempo de mi exilio.
Dejaste en mí un vacío que me inunda.
Abordo los rincones de la tierra,
discurro por silencios sepulcrales
y Tánatos me llama y me acompaña.
Imaginarios dioses agoreros,
inmóviles, opacos, insensibles,
habitan las columnas de alabastro
en los helados templos del erial.
Mi río sigue el rumbo establecido,
alcanzaré algún día el nuevo mar,
estrenaremos un eterno abrazo,
junto al mirto, antes présago laurel,
con el cálido aliento de la vida.