SALVADOS
Necesito entonces, adherirme a la tierra, prematuramente, descalza por el campo, sentándome en los troncos quebrados y caldos, ya casi horizontales al sitio de sembrarme.
Me duele esa piel ruda, vegetal, mal herida, y deslizo despacio por ella hasta la hierba.
Mojo mis pies calientes en el polvo cansado, inevitablemente, me espero y me reclamo.
Desmenuzo los fríos terrones que me aguardan, los quiebro, los deshago con fuerza, con lujuria, tal vez, hasta con saña; seremos una misma sustancia, antes lo fuimos.
Siento a veces que llego ya a ser la anticipada molécula, y el barro latido que respira, me impulsa y me apresura; me entrego y me apodero del frío, y del silencio; ya somos una sola vital e inerte estancia.
Sucede que ahora llueve, y el agua golpetea la cúpula del mundo, me amparo y me descubro creyendo estar a salvo, y estoy a salvo.
Al cabo de siglos, me descifro: mi suelo conmovido, presiente una angustiada semilla hacia un estío de nadas, germinando.
Matilde Alba Swann
|