El corazón, la fruta de mi pecho...
El corazón, la fruta de mi pecho, cada día se pone más sabrosa. Yo creo que la luna es una rosa que huele por la tarde a mar. Aún cuando te veo, me emociono. Esto dura mientras la noche pasa -lo feo, que tu casa no es mi casa; y sólo nuestras bocas tienen color de sangre-. Yo te estaba mirando ya hace tiempo, y tú en ti me llevabas desde entonces; qué belleza tenía por el borde del beso aquel que supo a cualquier cosa. Mi cuerpo descansaba junto al río, cuando en el firmamento de tu pecho temblaban y brillaban cuatro lunas. La luna sin espejo de la noche la noche sin misterios por la luna, entonces me di cuenta, tienes una espalda tan hermosa como un ciervo.
Gloria Fuertes
Compartiendo Zenobia
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