El dragón seguía tranquilamente sentado sobre la colina, agitaba la cola con alegría. El enano trepó a la peña más grande, carraspeó y escupió:
-¡Eh, tú, allá! -gritó, con los brazos en jarras-. ¡Dragón de mierda! ¡Escucha lo que te dice el heraldo! ¡Es decir, yo! ¡Como primer honorable se va a enfrentar contigo el caballero mangante Eyck de Denesle! ¡Y te va meter la lanza en la tripa, según usos sagrados, para jodienda tuya y para alegría de pobres doncellas y del rey Niedamir! La lucha ha de ser honorable y según las reglas, escupir fuego no vale, y sólo confesionalmente se puede atizar el uno al otro, en tanto este otro no suelta el espíritu o no la espicha! ¡Cosa que te deseamos desde lo más hondo de nuestros corazones! ¿Lo has captado, dragón?.....