Un día como el de hoy, pero del año 2005, en la atestada sala de la
Audiencia Nacional, máxima instancia penal española, el ex Capitán de Corbeta argentino Adolfo Scilingo fue condenado a 640 años de prisión por delitos de lesa humanidad, secuestro y torturas. La convicción judicial sobre la culpabilidad del represor se sustentó fundamentalmente en sus propias declaraciones prestadas, de manera voluntaria, ante el Juez de instrucción a su llegada al país europeo. Sin embargo, Scilingo, durante el juicio, se negó a declarar, simuló mareos, problemas de salud e incluso trastornos mentales. El Tribunal consideró en su resolución que el ex marino participó en la denominada lucha contra la insurgencia, organizada por la dictadura argentina, y que en concreto, durante su estancia en la ESMA, entre 1976 y 1977, intervino en dos “vuelos de la muerte” en los que lanzó vivas al mar a 30 personas a las que previamente se sedaba, conoció las torturas que sufrían los detenidos, fue testigo de, al menos, un “interrogatorio” donde se aplicó descarga eléctrica a una joven, participó en un secuestro y facilitó el material necesario para calcinar los cuerpos de aquellos que morían durante el cautiverio. La condena, basada en el principio de jurisdicción universal significó un paso adelante contra la impunidad de la que se beneficiaban, hasta entonces, muchos criminales. El hecho de que Scilingo, atormentado por los recuerdos, rompiera el pacto de silencio impuesto por los genocidas y se decidiera a confesar las atrocidades cometidas durante la sangrienta represión, facilitaría la lucha por la verdad y la justicia.