Meteorito
A desto supplicationibus nostris, nipotens Deus: et, quibus fiduciamsperandae pietatis indulges; consuetse
misericordiae tribue enignus effectum. Per Dominum.
Missale romanum
Sobrevivo a la ciudad de las ojeras,
frente a las torres y los ladridos
soy tan sólo un pulmón
tropezando por las latitudes del asfalto y la madera.
No soy nadie, absolutamente nadie.
La dieta de los aeroplanos me hace sangrar a ladridos
y el olor a cocinera me incinera la voz.
Es tarde en mi corazón,
y este insomnio me amanece
cuando admiro mi nostalgia
entretenida con guantes de pupila.
Pero si comparo mis muñecas
con estas lágrimas tan incomprensibles
mi anorexia se arrodilla frente a las caricaturas del templo.
Anochece en mis cristales,
si ahora bebemos la atmósfera con un beberito de púas
la máquina será derrotada por el latigazo de las órbitas.
El territorio de las estrellas
se aproxima a la mirada,
son los pulgares de Dios
abriendo cicatrices,
las especies
arrinconadas frente a la amenazante gravedad de los cometas,
y el océano
levantando sus muros de grafito
mientras devora todos los paisajes
suprimidos por las carreteras.
El universo se quiebra en nuestra huella,
no soy nadie, tan sólo existe la influenza para los canguros
y el mundo contaminado por nuestros riñones de chimenea.
No soy absolutamente nadie,
tan sólo existe el universo constelado e imposible,
y nuestro melancólico amor
es una fractura en la cadera de las ciudades,
mordiendo la entorpecida sagacidad a sus eruditos.
No soy nadie, no soy absolutamente nadie,
sería apenas un artificio en las cortezas,
quizá sólo un demente enterrando agujas
en los colchones de la viuda.
Pero sigo aquí, perdido en la ciudad de las ojeras,
recordando el tiempo de la branquia
mientras sangro con los relojes
apretados en nuestro rumor cíclico,
y en nuestra demográfica sumatoria de lápidas
elevada hasta las cosquillas de los rascacielos.
Mario Santiago Carvajal
Tomado de El evangelio de la discoteca