parecía un poco asustado,
cómo si tuviese miedo de convertirse
en el recuerdo de un tornado,
o apenas en el soplo de un leve rizo.
Miré el viento y supe que estabas lejos.
Te imaginé tratando de limpiar
los restos de las caricias
que todavía tenías entre los dedos,
sin que lograras encontrar
el papel justificante que pudiera
limpiar con eficiencia
el recuerdo de mi piel.
Miré el viento y estuve a punto
de sucumbir a la autoflagelación,
pero encontré el borrador
de lágrimas y desvelos,
acomodé mi sillón
hacia otro punto cardinal
y me senté a esperar
un mejor viento.
La Gata Rosa