SIN RENCOR
¡Maldito sea el día! y ¡maldita la noche!
cuando rompiste mi corazón en mil pedazos,
mi corazón que es el espejo de mi alma.
Ahora, por siete años me quemará el dolor
tal vez hasta matarme,
ahora, por siete años expiaré mi culpa
solo por el pecado de adorarte.
Sin embargo,
¡bendito sea el día! y ¡bendita la noche!
en que llegaste a mí,
cuando al conocerte
llenaste mi horizonte de luz y de alegría.
Y es que por tus ojos
este mundo material he contemplado,
de tu aliento el hálito de vida he tomado,
de tu falso amor mi alma sedienta se ha saciado,
viviendo cada día tan solo de ilusión.
Ahora, ¿qué manos
me han de sujetar en la caída?
si las tuyas que mil veces he besado,
tan ligeras de mí haz apartado.
Ahora, ¿dónde volveré mis ojos?
si tu rostro de cristal que iluminaba mis mañanas
hoy me niega una sonrisa,
como nos niega el sol
el negro cielo de un día nublado.
Entonces, como un día
el destello de tu ser cautivó mi voluntad
y en nombre del amor perseguí tu corazón,
esta vez, en nombre del amor
proclamaré tu libertad
porque así es como obra el verdadero amor.
Más, cundo la soledad de nuevo me acompañe,
se quedará conmigo el fiel recuerdo
de haber vivido junto a ti
la más hermosa fantasía.
Más, cuando de nuevo retome mi camino
con el alma forjada en el crisol de mi destino,
te seguiré amando en silencio
y sin rencor
como solo se ama a la naturaleza,
extraña, seductora
y salvaje.