No eres tu, seguramente no,
y aún dudo, ante la perplejidad de tu inocencia,
cuerpo mutilado de verguenzas y dignidades,
criatura dulcísima de penas y pesares;
te haces mayor a fuerza y resistencia de quebrantos,
te haces mayor en el silencio de un mundo que no te pertenece,
y ríes cautelosa en la medida en que te refugias en soledad,
acariciando suavemente tu semblante abatallante,
cantando letras sigilosas, más por temor que por dolor.
No eres ya la pequeña que sonrió,
ni eres la muñeca que soñó en el mundo de besos y caricias,
pero si la criatura de mis desvelos,
aquella que día con día me reviste de esperanza y amor,
fortaleza de rostros amorosos, surgiendo entre la nada
y la mágia de un corazón que no distingue entre odios ni pecados,
voz matutina que renace en el más turbulento sopor de la realidad.
Apocalypsis