EL SUEÑO QUE PERSIGO
No, no temas mi niña
por el rojo fulgor que traigo en la mirada,
pues solo es la flama inocua
de una mirada enamorada.
No, no temas mi niña,
eres tú quien me intimida,
eres tú con tus silencios
que no se si estás serena o enfadada.
No, no temas mi niña,
eres tú quien me intimida,
eres tú con tus silencios
que penden como un negro presagio
sobre el frágil cristal
de mi ilusión y mi esperanza.
Pero gracias mi niña
por romper tímidamente tu silencio,
gracias mi niña
por llevarme a veces
en la trama de tus sueños,
gracias mi niña
por avivar el fuego sutilmente
dejándome encendida
la luz de tu confianza.
Pero gracias mi niña
porque a veces consigues
saborear mis versos,
esos versos opacos
que siempre escribo
y que hacen de mí
un auténtico mendigo.
Pues si, es así,
ahora me confieso,
soy mendigo de tu amor
y el esclavo de un sueño,
y eres tú mi niña
aquel sueño que persigo.