LA DULCE ESPERA
Oh, dorado sueño, tierna, esquiva
y siempre dulce niña gaucha;
ahora que por fin te conozco en cuerpo y alma,
remontaré la vastedad que nos separa
y te llevaré conmigo
hasta un lugar más allá de las estrellas,
en donde ya no rigen el tiempo y la distancia.
Allí, nos quedaremos juntos para siempre
y te amaré con amor puro,
lejos del reino de la mentira,
del dolor y del miedo.
Ahora, mientras llega el día
en que se cumpla la profecía,
invocaré las fuerzas cósmicas
y me tornaré en los cuatro elementos,
y me expandiré por donde vayas
y te cuidaré y te alimentaré,
y seré tu energía.
Luego, me transformaré,
me desarrollaré, creceré
y me elevaré hasta la cima de los andes;
y habitando las alturas me haré amigo del cóndor
y me alimentaré con la fuerza de los ápus.
Entonces, desde allí volaré sobre las pampas
hasta encontrarte
y en nombre del amor descenderé a reclamarte.
Ahora, espera en mí una buena razón para seguir,
ahora, espera en mí hasta que vaya por ti,
ahora, espera en mí la dulce espera.
Más, sí vas por las calles
y una suave brisa te acaricia el rostro sutilmente,
yo seré la brisa.
Y cuando las gotas del rocío
golpeen tus mejillas tiernamente,
yo seré el rocío.
Más, cuando camines descalza por la playa
y las olas del mar besen tus pies tímidamente,
yo seré las olas.
Y cuando el sol del invierno
se abra paso entre las nubes
y acaricie tu piel de seda tibiamente,
yo seré el calor.
Más, cuando un gorrión
se pose cantando al pie de tu ventana,
yo seré el canto.
Y cuando agotada por la dura rutina te vayas a la cama,
yo estaré en espíritu
y velaré tu sueño hasta la mañana.
Y, por fin, cuando llegue el día
en que un huracán atraviese Buenos Aires,
no temas mi niña porque yo seré el viento
que habré llegado de muy lejos a buscarte.