MI PEQUEÑA HABITACIÓN
¡Qué tranquilo estaba todo!
La mesita, los libros, la cama,... el oso
que sentado como un rey
vestido con un gersey
presidía, vigilaba e imponía su ley,
cuando de niño me asustaban con el coco.
Hoy estuve allí,
lo supe cuando vi
recién hecha esa cama
con todas las cosas ordenadas
y ese perfume que mamá usaba
de flores de alhelí.
Cerré los ojos y comprobé
que aunque nunca la fuera a ver
su recuerdo me seguiría
noche a noche, día tras día
rodeando con sus alegrías toda mi vida
entre susurros de paredes.
Dejé la puerta entornada.
Salí de allí sin tocar nada.
Intacta la habitación
en penumbras se quedó
observando el atardecer del sol,
como ausente, atemporal y solitaria.
COMUNERO