La encontré sentada en un parque deshojando margaritas. Me senté a su lado, me sonrió, era una niña, de esas que se enamoran por primera vez, que están envueltas en melodía convertida en canción de amor, que cuando hablan de el lo envuelven en léxico único, sublime, eterno y que parece infinito. Me contó que se enamoró de su alegría de vivir y de su mágica risa. Se sonrojó, tímida niña mía, sus mejillas encarnadas como viva rosa, cuando me dijo que fue el primero que se apoyó en su pecho. Que para su piel sus dedos son colores, arcoiris de caricias sabias. Que desde entonces, para siempre vive y vivirá por él y para él. Cada día se sienta en ese banco, lo espera deshojando las margaritas, espera, espera... Y cuando él llega se le ilumina la piel, se le armoniza el alma, se le acelera el pulso. ¡ Cuánto amor hay en esas caras lindas !. ¡ Cuánto amor se dan !.
_MAREA_
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