MADRE MÍA
Que alegría pasar ratos así,
charlando con una amiga
¡¡Que noche, madre mía!!
Así da gusto vivir.
Llegué al bar,
la tele encendida,
la calle medio vacía
y una mesa que me pedía a gritos
- Ven, sal y siéntate aquí.
Pedí una cerveza.
Di un sorbo
y sin mirar nada más
salí.
El calor de dentro se contrarrestaba
con el frescor de fuera.
El olor de las plantas, de los árboles,
de las flores cuando se riegan
me hacía cerrar los ojos y suspirar.
-¿Qué haces?
- Ummm
- ¿Estás solo?
-Si.
-¿Me puedo sentar?
- Bueno, siéntate, pero sin molestar.
-Vaya, lo siento.
-No, no, no lo sientas, escucha nada más.
-...
-¿Te gusta?
-¿Te refieres a la música?
-Si.
-... vaya, no está mal.
-Me encanta.
-Espera que voy a pedir algo para tomar.
-Ok.
Y pasamos minutos,
y pasamos las horas,
y hablamos de cosas
como si fuéramos dos personas
sin prisa ni tiempo.
Ella reía,
y yo la miraba
sentado en la silla,
clavando mis ojos en sus pupilas,
riendo por fuera
y diciendo a mi conciencia
no digas nada que la cagas.
Y llegó la hora.
Y tuvimos que despedirnos.
Ella se levantó a dejar su vaso
y yo el mío.
Y al pagar...
Jajaja,
No pagues que pago yo.
No, yo invito,
no,
si,
no,
y el camarero enfadado:
a ver si tengo que quitarme el cinto...
Jajaja, pues paga tu.
Ah, si, mejor.
Nos dimos las manos,
quedamos en vernos,
ella calle abajo,
yo, soñando lo que me gusta su pelo.
Madre mía, madre mía
¡¡¡Madre míaaaa!!!
COMUNERO