Domingo
El domingo es un día fósil, son las sardinas del petróleo,
sería la lluvia que te lubrica la piel al guiño de la máquina,
nunca el corazón ni tu fantasía en los cuásares,
allí tan lejana donde jamás alcanzaría esta ficción de los relojes
para sobrevivir en los espejos.
Los años arrancan sus sarcófagos a los tejados,
mas todas las miradas
sangran con el motor de otra lágrima.
De la misma manera se sufre la tierra,
a coágulos de abejón por la repisa,
arrugando los verbos para atrapar martillos
en la constelación más seca de tu nombre,
obligado a padecer de nostalgia y metales,
matriculado en este ombligo de dinamita,
sangrando, así es, sangrando en el camuflaje
de estas dalias y los ladridos.
Jugaría a besarte sin medida mientras me parto el costado
contra las paredes,
pero de nada sirve sumarle excusas a los dientes.
Todo se extingue cuando resumo mi navidad
en estos juramentos de esquirla,
si la facilidad de la aguja enhebra mi corazón
a gajos de escarcha,
en una tísica ceremonia
semejante a las impresiones del látigo.
Este es el amor de los diminutos alimentados con ceniza,
del que llora en las poblaciones del tiempo
cuando sueña en su abismo,
penetrando el riñón de la tormenta
con nuestros años
acorralados frente a este súbito paisaje ennegrecido.
Mario Santiago Carvajal