Apenas me atrevo a mirarme
casi no me reconozco,
tengo todos los años del mundo,
un siglo en mis ojeras oscuras,
en las arrugas del cuello, de la frente;
en la resequedad de mis labios,
la espalda media encorvada,
casi evito pasar, ni quisiera verme
para qué si al encontrarme,
estará sólo el espejo
que me devolverá el vacío de mis pupilas,
la vejez que avanza a pasos agigantados
las canas que disimulo
con un color artificial, falso.
Sigo viendo a una extraña,
con el rostro amargo de una solterona
que no se gusta en lo absoluto
que se siente fracasada, derrotada
que ya está harta…harta…harta….
Solo el espejo y yo
enfrentados en el encierro
riendo como siempre hacia afuera
y la procesión por dentro,
veo mi cuerpo que se va marchitando
otro año …otro año y …otro año
Ahí sigue colgado, inmóvil, estático,
acechándome desde la pared
sin perderme el rastro ni las pisadas
como burlándose de mi amargura,
del terror que me invade mirarlo,
enemigo declarado de mis días,
yo le declaro impotencia, rabia,
desolación, odio y desesperanza;
quisiera arrojarlo al suelo, hacerlo añicos,
así como deshecha tengo el alma.
Un día más en el calendario: martes, junio;
los días se ven pasar iguales desde la ventana,
en este claustro de silencio y soledad
se oye el murmullo de las hojas
mecidas suavemente por el viento;
lo ignoro a ese monstruo de cristal,
sin detenerme sigo mi camino
recorriendo los cuartos, la cocina, el patio
el monstruo se comió mi piel lozana,
burlón, me devuelve las arrugas de mi cara,
de la piel añeja, de mis pechos secos...
no tengo miedo ahora de enfrentar la verdad,
soy vieja lo sé, aunque oculte las canas.