Al ver en tu rostro tus ojos
de abandono, de suciedad,
de tristeza, de desolación,
de injusticia, de hambre
con tu plato vacío de esperanzas,
esperando las migajas,
o las sobras de alguien
que se compadezca de tu mirada.
Niño mío perdón nada más te pido,
no puedo llegar hasta tu choza,
a llevarte el plato de mi mesa,
ó a traerte a vivir conmigo…si pudiera…
Quisiera tener alas y encontrarte,
y ser tu madre adoptiva, tu amiga,
tu compañera de juegos, tu hermana,
que tus ojos me sonrieran un instante
que fueras como todos los niños.
Hay quienes sólo prefieren
adoptar perritos ó gatitos huérfanos;
antes que llevarse a un niño como tú
que alegre su hogar de dicha, de amor
recibiéndote como al hijo que no han tenido.
Hay quienes prefieren hacerse
la inseminación artificial o no concebir nunca
antes que darte un hogar a ti;
tal vez sentirán vergüenza,
ó tendrán miedo ó pavor
que se les contagie tu miseria.
El color de tu piel, tu camisita rota,
tus ojitos huérfanos, tus manitas sucias,
tus piecitos mugrientos,
tu olor de niño pobre
seguirán siendo el muro
que cierre las fronteras
entre tú y el hombre racista y sin Dios,
despiadado e inhumano.
Hay quienes pudieran adoptarte y no lo hacen.
¿Y qué importa que seas un negrito,
un indiecito, un coyita, un chinito,
un cubanito o un españolito?
Habrá miles como tú llenando el mundo,
en las villas miseria, en las calles, en el campo,
en la cordillera, en la selva;
en Sudáfrica, en América Latina,
en cualquier rincón de la tierra,
nos contemplará tu mirada
retorciendo nuestras conciencias.
Mientras hayan niños que miren como tú,
tendiendo su mano para pedir el pan,
un vaso de agua o de leche;
que les den alimentos, medicinas
y juguetes que los haga sonreír,
que los haga sentir como los demás niños.
Mientras hayan niños como tú
que no tengan a alguien
que les acaricie las mejillas,
que los siente en su regazo,
que les dé un hogar, un mañana.
No existirán ni la misericordia,
ni el perdón, ni la humanidad;
no podrá haber paz en el hombre
sabiendo que al comer en su mesa llena,
adornada de manteles, de velas,
de cubiertos, de porcelana fina,
de platos exquisitos, de postres;
no tendremos derecho a sentirnos
felices con el estómago lleno,
sabiendo que tu pancita está vacía,
que otro día más te quedarás sin comer
y en tu piel se podrán ver los huesos.
¿Quién podrá dormir tranquilo
sabiendo que tú duermes sin abrigo?
Y los pechos de tu madre vacíos...
Que te queda solo el recurso de hurgar basura.
¿Alguien podrá dormir, vivir? Acaso rezar...
Que me digan cómo se puede
dormir en paz, sin remordimientos.
Niño mío, chiquillo descalzo
desnudo, ojeroso, hambriento;
mientras vivas tú, con tus ojos puros,
limpios, interrogantes, profundos,
estará Dios que me enseñe a comprender,
pero nunca entenderé la palabra justicia.
MARIA JOSÉ