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Ser un discípulo el Devocional Hablado
En varios países, aquel que acaba de obtener su permiso de conducir debe, durante cierto tiempo, fijar en la parte trasera de su vehículo una letra para informar a los demás automovilistas que es un conductor principiante. En Francia es la A, de aprendiz.
El creyente permanece aprendiz (o discípulo) durante toda su vida. Es invitado a hacer progresos para conocer mejor a Dios y a Jesús, a perfeccionarse hacia la edad adulta, sin olvidar que durante toda su vida tendrá que aprender a ser receptivo ante lo que el Señor le muestre, para que su conducta refleje la realidad de su fe.
Ser discípulo de Cristo es seguir su enseñanza, obedecer a su palabra y confiar en él. Es algo muy concreto. Cuando mediante un pasaje o un versículo de la Biblia, en una oportunidad particular, hemos percibido lo que Dios espera de nosotros, nuestro deber es pasar a la acción. Si no lo hacemos, perderemos la luz y la fuerza para actuar en las siguientes circunstancias.
No hemos de compararnos con otros, y ante todo no debemos juzgar al prójimo; sólo sería una excusa para no obrar. Es necesario que seamos consecuentes con lo que comprendimos de la enseñanza de Cristo.
Lo opuesto a un discípulo es un desertor que abandona su puesto. Son muchas las maneras de desertar, de no responder a lo que el Señor espera de nosotros y de alejarnos de él. Lo que nos preservará de obrar así es entender y decir como Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).
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