|
“Yo soy la vid verdadera” (7) el Devocional Hablado
¿Cómo se dio a conocer Dios? Históricamente, el pueblo de Israel recibió, por medio de los profetas, la revelación del verdadero Dios, del Dios único, el Dios viviente. La Escritura compara ese pueblo con una vid que Dios plantó, pero que produjo malas uvas (Isaías 5:1-7). Más tarde Dios envió a su Hijo, el Señor Jesús. ¡Qué contraste con todo lo que había precedido! Él es la vid verdadera cuyo fruto regocijó el corazón de Dios, cumpliendo su voluntad y hablando de su justicia y amor de manera perfecta.
Jesús es la vid verdadera, pero además, los creyentes son los pámpanos o ramas que están unidas a él y que a su vez pueden llevar mucho fruto para Dios. Esto con la condición de que dejen pasar la savia que la vid les comunica. Deben absolutamente permanecer en el Señor, es decir, en su comunión.
Separados del Señor, independientes de él, no podemos agradar a Dios ni serle útiles. Cuando la vida de la vid pasa por las ramas, pueden llevar la misma clase de fruto que el Señor. Si estamos unidos a él en nuestros pensamientos, en realidad es él quien lleva fruto a través de nosotros. Si nos parecemos a él, en el mundo reproducimos un poco, sin percibirlo, sus caracteres: abnegación, paciencia, humildad y obediencia a Dios… ¿No es éste el deseo de todo verdadero cristiano?
Nota: En los próximos días meditaremos estas declaraciones útiles para fortalecernos.
|