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¿Estamos predestinados? el Devocional Hablado
La palabra destino, utilizada frecuentemente, oculta cierto malestar en forma de excusa: –Es mi destino, no es mi culpa. Es cierto que el hombre no tiene poder para dirigir los acontecimientos que debe vivir, pero es responsable de conducirse correctamente a través de lo que le sucede. No es un títere o robot manipulado contra su voluntad. El destino no es inevitable y ciego.
Cuando la Biblia habla de “predestinación” da a entender que Dios conoce todo de antemano. Sabe lo que va a influir en el curso de mi existencia y de qué manera me voy a comportar en tal o cual circunstancia. Por ejemplo, Él sabe si voy a aceptar el don que me hace en la persona de Jesucristo, su salvación y la vida eterna, o si prefiero volverle la espalda y merecer su ira. Sin embargo, soy yo el que tiene la responsabilidad de escoger. Mi orgullo me impele a resistir a Dios, pero su amor me impulsa a aceptar a Jesús como Salvador.
Si rehúso ese don de tan gran valor, sufriré las consecuencias: el juicio eterno a causa de mis pecados. Si lo acepto, sumergido por su amor, sólo podré decir: soy salvo por su gracia; pues la salvación es un “don de Dios”.
El cristiano tiene un destino: un hermoso porvenir en la presencia de Dios, la felicidad eterna en la “casa del Padre”.
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