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La resurrección triunfante (2) el Devocional Hablado
Varias veces Jesús había dicho a sus discípulos: “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas… y que sea muerto, y resucite al tercer día” (Lucas 9:22; 18:33). Y eso fue lo que ocurrió. Los discípulos permanecieron escépticos, preguntándose aun lo que quería decir esto, pero los ejemplos no faltaban. Ya en el Antiguo Testamento, unos hombres de Dios –Elías (1 Reyes 17:21-23) y Eliseo (2 Reyes 4:35)– devolvieron la vida a unos muertos. Jesús devolvió la vida ante los ojos de sus discípulos: a la hija de Jairo (Mateo 9:25), al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:15) y finalmente a Lázaro (Juan 11:44).
La resurrección es, pues, un hecho establecido. En lo que concierne a la de Jesús, la Escritura da precisiones por medio de testigos dignos de fe. Los jefes del pueblo judío, temiendo que tal eventualidad se produjera, habían sellado la piedra de su sepulcro y puesto una guardia (Mateo 27:66). Pero el poder de Dios prevaleció: Jesús “resucitó de los muertos por la gloria del Padre” (Romanos 6:4). “Apareció a más de quinientos hermanos a la vez” (1 Corintios 15:6). En Apocalipsis 1:18 él mismo declaró: “Estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”. Y en Juan 11:25 también dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”.
El creyente sabe que si pasa por la muerte, el Señor lo resucitará para tenerlo siempre junto a él.
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