Para muchos inconversos, el asunto parece seguro: el hombre desciende de los animales, como la vida proviene de la materia, como la materia proviene de… Y ahí se detienen, no sabiendo qué agregar.

       La Biblia no es un tratado de ciencia, sin embargo, enuncia principios que superan la ciencia. Muestra que todas las cosas resultan de la voluntad de Dios y de sus poderosas intervenciones en la creación. El creyente recibe esto con agradecimiento y adoración, aun cuando la Biblia, que revela el «porqué» de las cosas, no siempre explica el «cómo».

       Con humildad, el creyente puede afirmar que los seres vivientes no se hicieron a sí mismos por medio de algún proceso azaroso. Él sabe esto por la fe en la Palabra de Dios, pero también porque es una sencilla conclusión, evidente para aquel que reflexiona.

       El ser humano fue creado a la imagen de Dios; posee un espíritu mediante el cual puede entrar en relación con su Creador. Pero es un ser que cayó de su primera posición y que puede degradarse profundamente. Sin embargo también puede adquirir, por la gracia de Dios y por la fe en él, la más alta dignidad y ser hecho hijo de Dios. Esto sólo se consigue aceptando al Señor Jesús como Salvador personal.

       A todos los que le recibieron… (a Jesucristo) les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).