El aeropuerto de Anchorage, Alaska, reportaba cielo azul y visibilidad ilimitada. El avión volaba a veinte minutos del aeropuerto, y no había pronósticos de mal tiempo. Pero de pronto el jet de la línea holandesa KLM entró en una nube espesa. Sólo que no era nube de agua; era nube de ceniza volcánica. Los motores del avión se pararon, y el capitán dio el anuncio de aterrizaje forzoso.
Pero en eso el capitán Vanderlest hizo virar violentamente el avión 45 grados a la derecha. Logró así salir de la ceniza. Aire puro comenzó a entrar en los motores, éstos se encendieron de nuevo, y las 268 personas que venían a bordo del KLM llegaron sanas y salvas a su destino.
Hay aquí una poderosa lección. El capitán Vanderlest sabía, por la interrupción del funcionamiento de los motores, que había un problema, y él sabía que el problema no eran los motores. El problema era la nube de ceniza. Él también sabía que tendría que hacer algo drástico para hacer reaccionar los motores. ¿Cuál fue la solución? Hacer virar violentamente el avión hasta salir de la nube.
Nosotros también, aun sin estar a quince mil metros de altura, sufrimos dificultades. Nuestro mundo está pasando por muy serios problemas. Algunos son problemas políticos: gobiernos en confusión, guerras civiles, conflictos internacionales. Otros son problemas sociales: drogadicción, asaltos, robos, homicidios. Y otros son problemas familiares: hogares en bancarrota, hijos perdidos, matrimonios destruidos. Los motores de la nave están fallando, y estamos a punto de ser destruidos.
Pero el problema no son los motores, es decir, no son los gobiernos, ni la sociedad, ni la familia ni el individuo. El problema es el quebrantamiento de las leyes morales de Dios. Ese pecado es la nube de ceniza que nos está ahogando.
¿Qué podemos hacer? Tenemos que darle un giro violento a nuestra nave para salir de la nube. Tenemos que regresar al aire fresco y puro de las normas divinas, pues si no lo hacemos, todo continuará yéndonos mal. Fallará la sociedad, así como fallarán las relaciones con nuestro cónyuge y con nuestros hijos, y la vida entera continuará siendo un desastre. Y todo esto porque no vivimos de acuerdo con las leyes morales de Dios.
Sólo cuando Jesús es nuestro Señor absoluto, y sólo cuando le rendimos a Él nuestra voluntad, es que nuestra vida se endereza. Él desea ser nuestro Señor. Más vale que nosotros deseemos ser súbditos suyos
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