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Un chico de una familia pobre a menudo era el objeto de burlas de sus compañeros. Se mofaban de su ropa, pero también a causa de su perseverancia en la oración y su confianza en Dios. Un día uno de ellos le preguntó: –¿Por qué sigues orando si el buen Dios nunca te contesta? ¡Por lo menos podría darte ropa como es debido! El niño permaneció silencioso un rato y luego respondió: –Dios siempre contesta; seguramente que ordenó a alguien ocuparse de ello, pero esa persona lo olvidó.
Quizás esta pequeña anécdota le habla como habló a mi conciencia. Nuestro modelo, Jesucristo, “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Siempre estuvo dispuesto a ayudar a los que encontraba. Dijo a sus discípulos que cualquiera que diera un vaso de agua fría a un pequeñito no perdería su recompensa (Mateo 10:42). Cuando estemos en el cielo será demasiado tarde para imitar a nuestro Maestro, porque ya no habrá necesidades.
Alrededor de nosotros las oportunidades son numerosas: a nuestra puerta, en nuestra ciudad, entre los cristianos o los que no lo son. Pidamos a Dios que abra nuestra inteligencia y corazón para que discernamos las obras que Él preparó a fin de que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10). Cuando tengamos, pues, la oportunidad, “hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).
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