(Último domingo de septiembre: Día Internacional de la Biblia)
Iba rumbo a la iglesia San Antonio para orar, cuando dos muchachos lo interceptaron al pasar por el sector del Hospital Santiago en el barrio «José Sánchez Salazar» de Jinotepe, Nicaragua. Sólo tenían la intención de robarle los zapatos; sin embargo, a fin de lograrlo, le dieron cuatro puñaladas en el abdomen, la espalda y el pecho.
Con el semblante marcado por el dolor, la víctima del cruel atraco declaró más tarde: «Providencialmente llevaba la Biblia en el bolsillo derecho de la camisa, donde quedó el orificio de la puñalada dirigida hacia mi corazón, pues la misma solamente traspasó las cien páginas del libro. Eso es un milagro para mí y [para] mi familia; es como si hubiera vuelto a nacer. Yo perdono a esos jóvenes que me atacaron, y ojalá no vuelvan a agredir a las personas.»
Se trata del profesor Danilo Ruiz, respetado físico y matemático que fue nombrado el mejor maestro de Nicaragua en el año 2008.1
Hay que reconocer que lo más extraordinario de este caso no es que la Biblia haya salvado la vida de una persona, sino que lo haya hecho físicamente. Es que, en los casos en que le damos a la Biblia la oportunidad de que surta un efecto transformador en nuestra vida, no sólo resulta un cambio radical en nuestra conducta sino la salvación misma. Porque cuando la leemos con la mente abierta y con el corazón dispuesto, el Espíritu Santo, quien la inspiró, se encarga de hacernos ver que eso que nos aqueja, que nos roba la paz y hace que nos remuerda la conciencia, es el pecado.
La mala noticia —dice el apóstol Pablo— es que todos, sin excepción alguna, somos pecadores; pero la buena noticia es que «Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado.»2 «Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros».3 Y como para que no quede ninguna duda de que lo dice porque él ha experimentado en carne propia esa salvación de la Palabra de Dios, San Pablo afirma: «Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero precisamente por eso Dios fue misericordioso conmigo, a fin de que en mí, el peor de los pecadores, pudiera Cristo Jesús mostrar su infinita bondad».4
De modo que Cristo vino a salvar tanto al profesor Ruiz como a los dos muchachos que por poco lo matan de una manera tan despiadada. A eso se debe que aquel excepcional maestro nicaragüense fuera capaz de perdonarlos. Estaba siguiendo así el ejemplo de Jesucristo, su propio Maestro, que perdonó, desde la cruz del Calvario, a quienes lo acababan de crucificar con tanta crueldad.
Para Danilo Ruiz y para su familia, la forma en que él se salvó fue todo un milagro. Pero aquí cabe preguntarse: ¿Cuál es más importante: el milagro de la salvación física o el milagro de la salvación espiritual? Más vale que reconozcamos que, si bien la salvación física es como volver a nacer en lo físico (que fue precisamente lo que sintió Danilo Ruiz), la salvación espiritual es lo mismo que volver a nacer en lo espiritual. Y si bien con la salvación del cuerpo nos salvamos temporalmente, con la salvación del alma nos salvamos eternamente.5
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