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Más que Un Profeta para ESCUCHAR ...haga clic aquí...
En el Antiguo Testamento los profetas eran aquellos que comunicaban los pensamientos de Dios al pueblo. Después de ellos vino a la tierra alguien más grande que los profetas: Jesús. Él no sólo dio un mensaje de parte de Dios, sino que también afirmó ser la sustancia misma del mensaje.
Jesús reveló a Dios al darse a conocer Él mismo a los hombres. El que creía en Él, creía en Dios. Aquel que lo seguía, obedecía a Dios. Jesús mismo no necesitaba hacer una oración para apaciguar la tempestad; bastaba que hablara y ocurría (Mateo 8:23-27). Reivindicó la autoridad divina como algo evidente, cosa que chocó a muchos. Incluso sus discípulos lo comprendieron poco, aunque habían reconocido que Él era más que un profeta, que era “el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16- 17).
En el centro de la fe cristiana existe este hecho misterioso: Jesús es “Dios con nosotros” (Mateo 1:23). Vino a compartir nuestra condición humana porque nos amaba. Murió para expiar nuestros pecados y resucitó para dar la vida eterna a todos los que confían en Él. Para ser cristiano no basta, pues, reconocer en Jesús a un profeta, aun el más grande de los profetas. Es necesario creer en él como el Salvador, “el Rey de reyes, y Señor de señores”.
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