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Durante la guerra de Secesión en los Estados Unidos (1861-1865), cada día el presidente Lincoln estaba asediado por muchos visitantes. Éstos eran ante todo representantes del gobierno u otras personas ansiosas de tener una entrevista con él. Esperaban obtener ayuda, un favor para ellas, para un pariente o amigo.
En medio de esta multitud un niño acostumbraba colarse, pasaba corriendo delante del centinela y hacía una señal con la mano a los secretarios. Se adelantaba a todos, abría la puerta sin golpear y entraba en la oficina del presidente. La gente que esperaba manifestaba su desaprobación, pero uno de los secretarios les decía: «Es Ted, el hijo del presidente. Su padre dio la orden de que nunca se impidiese a Ted de ir a verle».
¿Sabe usted que Jesús vino a la tierra para darnos a conocer a Dios como nuestro Padre? Él soportó la cruz y dio su vida para quitar los obstáculos que nos cerraban el acceso a Dios. Ahora nos corresponde ir al Padre, pasando por Jesús, su Hijo único.
Cristianos, en todas las circunstancias de nuestra vida podemos gozar del amor del Padre. Siempre podemos acudir a él en oración y adoración, sin ningún impedimento, porque todos nuestros pecados han sido borrados por la sangre de Jesús. ¿Conocemos la bondad de Dios, su ternura y su compasión?
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