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Un predicador del siglo XVII fue atacado por unos malhechores que le robaron su cartera. En su diario él anotó el suceso agregando lo siguiente: «Estoy agradecido a Dios: – por no haber sido robado antes, – porque me quitaron la cartera y no la vida (aunque era toda mi fortuna, no era gran cosa), – ¡y ante todo por ser el que ha sido robado y no el ladrón!».
¡Este era un hombre que tenía una mente positiva y sabía relativizar las cosas! Pero ante todo queremos ver en esto la actitud de un creyente que vivía lo que predicaba, y que puso en práctica esta enseñanza bíblica: ser agradecido en cada una de nuestras circunstancias (favorables o contrarias, claro). Notemos bien que no dio las gracias a Dios por haber sido víctima de un robo, sino que en ese suceso halló motivos para dar gracias. No es ni estoicismo ni masoquismo. Es reconocer las manifestaciones de la ternura de nuestro Dios. Si por un lado permite contrariedades en nuestras vidas, por otro lado nos muestra que las ha previsto y sigue siendo un Dios de gracia.
Alguien escribió: «La fe ve una ganancia en cada pérdida, un gozo en cada sufrimiento». Creyentes, si esta es nuestra mirada hacia las pruebas que Dios permite en nuestra vida, la paz reemplazará la amargura y seremos capaces de alabarle en todas las circunstancias que nos toque vivir, según su buena voluntad.
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