(Aniversario de la Muerte de Alexis Argüello)
Nació en 1952 y murió en 2009 en Managua, Nicaragua. En su primera pelea como profesional en 1968, perdió por nocaut en la primera ronda, pero se sobrepuso a esa derrota ganando treinta y seis de sus treinta y ocho peleas siguientes, que lo llevaron a disputar el Campeonato Mundial de Peso Pluma en la Ciudad de Panamá. Allí el joven retador perdió por decisión unánime en quince rondas ante el entonces campeón Ernesto «Ñato» Marcel.
Impertérrito, comenzó otra racha de victorias que lo llevaron a enfrentarse en la ciudad de Los Ángeles al sucesor de Marcel, el campeón mexicano Rubén «Púas» Olivares. Esta vez, en la ronda trece, se impuso por nocaut y se coronó Campeón Mundial de Peso Pluma y primer campeón del mundo nacido en Nicaragua.
Fue así como Alexis Argüello Bohórquez, apodado «El Flaco Explosivo», comenzó su meteórico ascenso pugilístico hasta convertirse en el sexto boxeador en ganar títulos mundiales en tres categorías diferentes —Peso Pluma, Peso Ligero Junior y Peso Ligero—, y el segundo latinoamericano en lograrlo, después del puertorriqueño Wilfredo Benítez. Para obtener la corona de Peso Ligero Junior, Argüello tuvo que imponerse a Alfredo «El Salsero» Escalera en Puerto Rico en la ronda trece de una pelea que pasó a la historia como La Sangrienta Batalla de Bayamón. Y para obtener el título de Campeón Mundial de Peso Ligero, tuvo que pelear en Londres contra el escocés Jim Watt, a quien venció en quince asaltos por decisión unánime.
En veintidós peleas por títulos mundiales, Alexis Argüello ganó en diecinueve ocasiones, defendiendo con éxito sus títulos mundiales de boxeo en dieciséis oportunidades. No es de extrañarse, entonces, que ocupara el puesto número veinte en la lista de los cien pegadores más grandes de todos los tiempos de la revista Ring, que fuera elegido al Salón de la Fama del Boxeo Internacional en 1992 ni que fuera honrado como el abanderado de la delegación nicaragüense en los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008.
En una entrevista que le concedió al Periódico Excelsior de México, Alexis había dicho: «Lo peor es subestimar a un rival. Cualquiera puede encontrarse con una recta de nocaut. Así que hay que prepararse intensamente y pelear a fondo.»1 San Pablo estaba totalmente de acuerdo. «Pónganse toda la armadura de Dios —nos exhortó— para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo..., para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad.... Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas....»2 «Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.»3 «Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire —dijo el apóstol—. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.»4
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