Decir que el tiempo es río es decir nada. Ni nace ni termina su corriente; fluye desde horizontes infinitos y seguirá, sin duda, hasta el olvido. Nacer nadie lo vio, ni [lo] verá acabar. En él flotamos por confusos trechos. El tiempo de surgir y sumergirse es el de nuestra vida, tan pequeña, tan torpe, tan voraz, tan impaciente que apenas nace y a morir empieza.
Feliz llamaban los antiguos vates al que joven moría. Eran los dioses los que daban el don de no ir más lejos. El fin siempre es temprano. Cada día es toda la vida en tiempo pleno. No hay más que el hoy, que este momento solo en que conozco que estoy vivo y siento.
Cada día es el día, y cada hora es la única hora de la vida. Todo el ayer se fue en reminiscencia, y el mañana no existe todavía.
No llegamos a viejos: Sólo somos en la invariable vaguedad del ser. Los nombres son equívocos, las fechas hacen inerte cuenta sin sentido. No somos el de ayer ni el de mañana: Somos el de hoy apenas. La vida empieza en cada amanecida, y la conciencia muere en cada noche.
Yo podría contar la historia vana de una vida que acaso fue la mía, pero que es tan ajena y tan extraña ante esta hora en que me nombro y busco.
No se es viejo ni joven; se está vivo. Y soy yo, el de hoy, quien hace el mundo con mi mano segura o temblorosa, con la errada visión que siempre tuve, jugando el juego de ausencias y presencias que sólo para mí tiene sentido.
Todo está en ti, día que amaneces, toda mi vida en mí sin sobra y falta, como fue en cada hora ya contada, como será en un siempre día a día.1
Si bien Arturo Uslar Pietri, conocido escritor venezolano, se distingue por la prosa que realza sus obras clásicas, tales como Las lanzas coloradas y El camino de El Dorado, en estos versos hace valer sus dotes de poeta. Titulado «Día a día», el poema es una especie de síntesis filosófica del tiempo que abarca la vida. De ahí la importancia de lo que escribió acerca del autor venezolano el periodista Miguel Ángel Villena para el periódico El País con motivo de la presentación en Madrid que hizo Uslar Pietri de una selección de su obra publicada bajo el título La invención de América mestiza, de la que forma parte ese poema:
«“No se es [viejo] ni [joven]. Se está vivo” —citó Villena—. A fe que esta frase de Arturo Uslar Pietri debe presidir toda su filosofía de vida.... A sus noventa y un años... hace gala de una increíble agudeza y de una envidiable memoria, pero sobre todo de una vitalidad que sedujo a los periodistas que compartieron un desayuno con el escritor.»2
«El fin siempre es temprano», había escrito Uslar Pietri. Y llegó a causa de un infarto, que lo sorprendió, ya cumplidos los noventa y cuatro años, mientras se dedicaba a organizar en su natal Venezuela la Sociedad Mundial del Futuro, convencido de que “«el porvenir es el resultado de nuestras acciones e inacciones en el presente».3 Más vale que también nosotros vivamos convencidos de lo mismo, ya que nuestra vida, como bien lo señala el apóstol Santiago, es «como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece».4
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