Así como las flores silvestres florecen incluso en una ladera rocosa, mi vida progresa aun ante condiciones menos que ideales. No son las condiciones externas sino las internas las que determinan mi salud y bienestar.
En el centro de mi ser está Dios —el manantial de vida, el verdadero origen de todo bien, todo amor, toda vida y todo gozo. Siento mayor paz cuando dejo de luchar para cambiar condiciones externas y me dirijo a mi interior. Al alinearme con la vibración armoniosa del amor divino, siento profundo gozo. Experimento una satisfacción completa cuando estoy consciente de la enormidad del Espíritu Infinito. ¡Tengo en mí todo lo que necesito para progresar!