Dios está presente en toda situación, de aquí que los retos que enfrentamos sólo tienen el poder que les demos. Al orar por los demás, tengo presente esta verdad. Veo a mis seres queridos en la presencia de la luz crística, sabiendo que la plenitud es su esencia verdadera.
Cada uno de nosotros es uno con el Espíritu. Hemos sido creados sanos y perfectos. Las riquezas del reino nos pertenecen porque somos expresiones divinas. Visualizo esta verdad para cada persona por quien oro, y la veo manifestada como salud, prosperidad y paz. Dios obra en mí, a mi alrededor y a través de mí. El amor es todo lo que existe y éste crece a medida que oro por otros.
Después que Job oró por sus amigos, Dios le devolvió su prosperidad anterior, y aun le dio dos veces más de lo que antes tenía.—Job 42:10
Al observar un amanecer o la majestuosidad de una montaña, percibo vívidamente la presencia de Dios. Al leer acerca de personas quienes ayudan a los demás, veo a Dios en acción. Soy inspirado a seguir el ejemplo de las personas generosas a mi alrededor —prestar el mayor servicio posible compartiendo mis dones.
Al orar, busco la guía del Espíritu. Tengo presente que mi amor, mis palabras y mis acciones son las mejores herramientas para llevar a cabo la obra de Dios. Tal como sale el sol al amanecer, puedo decir palabras que le iluminen el día a alguien. Igual que la montaña, puedo ser una roca firme para quien lo necesite. Mantengo la intención de ser Dios en acción en todo aspecto de mi vida.
Proclamaré el nombre del Señor: ¡reconozcan la grandeza del Dios nuestro!—Deuteronomio 32:3
El maestro y ministro Eric Butterworth describe la prosperidad como bienestar espiritual. Él hace notar que el bienestar espiritual se manifiesta de muchas maneras. ¡Reclamo mi bienestar espiritual como una expresión gozosa del Creador! Visualizo que el bien que deseo se manifiesta en mi vida.
Me visualizo saludable, comiendo alimentos nutritivos y haciendo ejercicio diariamente. Me veo amado y siendo amoroso; seguro y protegido de todo peligro. Tengo mucho que dar, y comparto generosamente mis dones y talentos. Siento gratitud al reconocer la prosperidad en mi vida. Reconozco que soy uno con la abundancia de Dios, y estoy receptivo a un fluir de bien aún mayor.
¡Que sea en las cumbres de los montes como un puñado de grano que cae en la tierra!—Salmo 72:16