Las ideas divinas fluyen en y a través de mi mente abierta y sosegada.
Vivimos en un universo ilimitado con el potencial para ideas ilimitadas. Sin embargo, ¿cómo puedo tener acceso al vasto reino de las ideas? Lo hago sustentando un estado mental pausado y listo para recibir. Existe una variedad de herramientas que me ayudan a prepararme mentalmente. Puedo oír música o meditar. Lo importante es el resultado final: un estado sosegado que me ayuda a reemplazar cualquier pensamiento limitante con una expectativa llena de fe. Entonces, mi mente se convierte en un campo fértil para que las ideas divinas puedan crecer y florecer.
¿Cómo sé si una idea ha sido inspirada divinamente? Cuando descubro que mi fortaleza mental y mi fe han eliminado todos los “no puedo” de mi conciencia.
¡De la peña hizo brotar corrientes, y las aguas fluyeron como ríos!—Salmo 78:16
Dios está conmigo dondequiera que vaya. Me siento seguro y a salvo.
Los niños que temen la oscuridad buscan la seguridad de sus padres o de un ser querido. Una vez que la luz es encendida y son abrazados, ellos se sienten seguros y a salvo. Lo mismo es cierto acerca de nosotros. Cuando nos sentimos rodeados de oscuridad, podemos encontrar seguridad en el Espíritu divino. Dios está allí con nosotros; Dios está siempre con nosotros.
La oscuridad de la duda es disipada rápidamente por la luz de Dios cuando afirmamos: La luz de Dios nos rodea, el amor de Dios nos envuelve. La luz divina tiene poder para transformar cualquier reto en una oportunidad para nuestro crecimiento. Sabemos que no hay nada que temer. Gracias a la Presencia divina, estamos seguros y a salvo siempre.
¡Aparte de nuestro Dios, no hay otra Roca!—Salmo 18:31
En mis oraciones diarias, doy gracias a Dios por bendecir, sanar y guiar a mis seres queridos. Visualizo a cada uno de ellos envuelto en el abrazo de Dios, sabiendo y afirmando que es una expresión perfecta de la luz y la vida divinas. Al afirmar y orar, permanezco con mi pensamiento enfocado en lo divino, permitiendo que Dios obre en mí y por medio de mí para bendecir a otros.
Me aparto de las distracciones externas y centro mis pensamientos en Dios. Aquieto mi mente y me concentro en respirar lentamente. Estoy en paz y receptivo a la presencia amorosa de Dios. En esta Presencia, experimento la paz que sobrepasa todo entendimiento. Mi determinación de centrar mi atención permite que el amor de Dios fluya por medio de mí.
Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios.—1 Juan 4:7
Soy un ser físico, espiritual y social. En mí existen cientos de partes que forman un todo. Mi esqueleto me sostiene. Mi corazón circula la sangre que ha sido oxigenada por mis pulmones. Mi cerebro vigila diferentes procesos. Cada parte de mi cuerpo tiene una función y un propósito específicos. Soy la suma de estas partes y éstas me permiten pensar, respirar, moverme y sentir.
La energía divina fluye por medio de mí, proveyéndome vitalidad. Sólo existe un ser como yo, soy una creación magnífica de Dios. Doy gracias por mi cuerpo y la manera sorprendente cómo trabaja sin que yo esté consciente de ello. Alabo mi cuerpo por su fortaleza, y doy gracias a Dios por haberme creado.
Te alabo porque tus obras son formidables, porque todo lo que haces es maravilloso. ¡De esto estoy plenamente convencido!—Salmo 139:14
Soy transformado gracias a la presencia crística en mí.
Hoy es Domingo de Pascua —un día para celebrar el espíritu, el alma y el cuerpo que resucitan como una conciencia crística de vida y salud. La Pascua de Resurrección ofrece a la humanidad los regalos de la esperanza y la renovación. Gracias a la presencia crística en mí, trasciendo pensamientos y hábitos limitantes. Permito que la presencia sanadora del Espíritu me restaure y me renueve en todo sentido.
Cada día soy creado de nuevo. Este sentido de renovación me ayuda a vivir partiendo de mi ser divino. Desisto de las creencias negativas que pueda haber adoptado en el pasado. Dejo atrás la oscuridad, la duda y las creencias falsas para entrar en la luz de la comprensión. ¡Soy radiante y estoy plenamente vivo! ¡Soy transformado gracias a la presencia crística en mí!