Abro mi corazón al orar. La verdadera fortaleza espiritual es diferente al control o el dominio y es mucho más poderosa. Cuando considero las variadas expresiones de la vida, me doy cuenta de que la verdadera fortaleza no es inflexible ni dura, sino comprensiva y compasiva. No se impone sino que apoya el mayor bien de todos.
Sin importar mis circunstancias actuales, cuento con un recurso interno, un centro de fortaleza sin límites. Avivo ese centro interior visualizando que mi corazón late con energía y vida poderosas. Mi postura refleja esa nueva conciencia de paz y confianza. Me siento fuerte. Sé que tengo el apoyo de mi fuente universal de fortaleza y poder fluyendo por todo mi ser.