Cuando enfoco mi atención en mi corazón y en el amor en mí, me convierto inmediatamente en un imán—una fuerza poderosa que atrae más amor a mi vida y me alinea con el bien de Dios.
El amor divino tiene el poder de atraer armonía y abundancia a mi vida. El proceso comienza al dirigirme a mi interior en oración y poner cualquier necesidad en manos de Dios. Al bendecir mis circunstancias, afirmo con fe el poder que tiene el amor de Dios para satisfacer los deseos de mi corazón. El amor que expreso atrae relaciones personales afables y oportunidades que están de acuerdo con mis valores. Al irradiar amor, soy una fuerza invisible que atrae bendiciones.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.—Romanos 5:5